NACIONALISMO CON OLOR A SANGRE

En los últimos meses, al pueblo dominicano le ha tocado ver la reacción de un grupo de nacionalistas con mucho peso organizacional, con apariencia de ejército bien remunerado y con muchos recursos para continuar en el camino hacia el logro de sus objetivos, pero con métodos que recuerdan un KKK con ropa negra. 

Eso es muy preocupante, pero no deja de ser interesante saber a qué se debe el surgimiento de este tipo de organizaciones.

Muchas cosas podrían esgrimirse para justificarlo, pero los culpables están a la vista de todos. 

La sociedad dominicana se está acostumbrando a “hacer justicia con sus propias manos” y eso es producto de la falta de autoridad. 

Es muy probable que ante el silencio y la, indiferencia estatal  ante el avance de la descomposición que significa la falta de rigor en la aplicación de las leyes migratorias, ese grupo pretenda sustentar su razón para haberse formado. 

Este tipo de fenómeno no es casual frente a la falta de autoridad y por eso es frecuente la violencia intrafamiliar, el crimen por encargo, el linchamiento de personas que cometen actos contra la sociedad y muchas cosas más. 

Sin embargo, no se puede llegar tan lejos. No es una práctica aceptable en una sociedad organizada, pero tampoco es sano que continúe la pasividad del gobierno frente al irrespeto de las Leyes.



Lo que parecería haber sido escrito en días recientes, es una apreciación que hace 70 años, tenía Don Manuel Arturo Peña Batlle de la migración haitiana. Es decir, en 1945, cuando lo consideraban anti haitiano, entregó estas consideraciones: 

"Mis convicciones dominicanistas son profundas, pero, desde luego, no soy un reaccionario.

Comprendo los puntos de vista de la política haitiana en su conflicto permanente con la política dominicana. Haití es un país de unos veintisiete mil kilómetros cuadrados, con una población de más de cuatro millones de habitantes, tan grande como la de Cuba. 

No hay posibilidad de que esa población en territorio tan exiguo y tan pobre pueda crear medios normales de subsistencia. La tierra haitiana esta en un aterrador proceso de erosión que cada vez hace más difícil una conjugación del medio y del hombre. La industrialización de ese país es poco menos que imposible. ¿De qué manera podrán los cuatro millones de haitianos hoy resolver sus problemas vitales? ¿Cual es el porvenir de esa nación? 

La primera respuesta es categórica: Haití no puede ni podrá resolver sus propios problemas fundamentales. Inmediatamente surge la segunda afirmación: los problemas haitianos pesan tanto sobre nosotros como nuestros propios problemas.

La depauperación, la miseria y la incapacidad productiva de cuatro millones de seres arrinconados en un extremo de la isla, sin capa vegetal explotable, sin subsuelo útil y sin riqueza industrial posible, constituyen, necesariamente, para nuestro país una permanente y trágica amenaza de penetración masiva hacia centros feraces y productivos de la isla, que no podemos, que no debemos, que no queremos, descuidar los dominicanos so pena de conspirar nosotros mismos contra la felicidad y la tranquilidad presentes y futuras de nuestro pueblo". 

"Esa lucha, tan sorda como intensa, no podrá resolverse sino en uno de estos sentidos: o se fusionan en una entidad social los elementos que la sostienen (solución haitianizante) o se divorcian con carácter radical y absoluto, para que uno permanezca dentro de sus linderos (solución dominicana, poco menos que imposible, porque ni la historia ni la biología pueden convertirse en expresión estática de dos pueblos cuya expansión está contenida por la geografía. Somos una isla y no podemos colonizar el mar; por obligación tenemos que encontrarnos, haitianos y dominicanos, en el espacio de la tierra común".).

No hay otra cosa que hacer en estos momentos, que no sea cumplir y hacer cumplir las Leyes y los Acuerdos Internacionales suscritos. 





Comentarios

  1. Este es un tema central que, hoy más que nunca, debe estar presente en cualquier discusión sobre la economía y la sociedad en nuestro país. No podemos darnos el lujo de ignorar que la problemática se hace cada vez más compleja. Y es una lástima que en pleno Siglo XXI no tengamos todavía la voluntad política plena y sincera de crear soluciones viables. La avalancha se nos viene encima y nos paraliza la desidia y la indiferencia.

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