UN PANTALÓN HECHO A LA MEDIDA

Don Milingo, el sastre favorito  de Toñito Rocadura,  le hizo un pantalón justo como él lo quería. 

Bien acabado, bien entallado, con ruedos a la medida y sobre todo con costuras imperceptibles, pero seguras; en fin,  una verdadera obra de arte de un sastre serio, honesto y responsable. 

Toñito recibe felizmente el gran trabajo en esas condiciones, le paga gustosamente a Don Milingo y le dispensa una jugosa propina a su asistente por haber aportado una importante labor para la correcta terminación de la obra. 

Le regaló un par de naranjas de unas que un pregonero le dijo que eran dulces, le compró una docena, pero resultaron ser extremadamente agrias y no muy jugosas. 




Se lleva el pantalón a su casa y lo coloca en una percha, pero no se le presenta la gran oportunidad de estrenar esa obra de arte, ya que, para él,  lo ideal fuera una ocasión solemne,  de mucha trascendencia.

La oportunidad de encontrar un motivo especial para estrenarse el pantalón se fue esfumando poco a poco, debido a que un amigo de infancia le había prometido que cuando fuera electo como diputado tendría trabajo seguro como contable de una empresa del Estado.  

Toñito Rocadura se da cuenta de que ha cogido unos cuantos kilos de peso. 

Su barriga ha aumentado de tamaño sin llegar la ocasión para estrenarse el pantalón de sus sueños hasta que la desesperación lo indujo a cortarlo en tiras, colocarlo en una bolsa para desechos y tirarlo a la basura sin que nadie lo supiera.

Era un lunes que al mismo tiempo coincidía con el inicio del mes de julio.

El sol empezaba a calentar con la fuerza de un verano tropical agobiante, mientras Toñito, sin camisa y en chancletas, encendió un abanico y se puso a llenar el crucigrama de un viejo diario que encontró en el armario donde estaban guardados los pantalones.    

El periódico tenía mas de veinte años y al lado del crucigrama estaba su horóscopo personal, que leyó de refilón, pero sin descuidar una taza de café que le había servido Chencha, su amada mujer desde hace una década,  después de haber enviudado de Conchita, quien fue profesora de gramática española en la escuela normal y le dejó el legado de haberle adiestrado en el llenado de crucigramas, pero fue una mujer rígida con sus convicciones que nunca se inclinó por leer horóscopos. 

Fiel a los principios de su idolatrada Conchita, nunca leyó el horóscopo, pero ese día, mientras pensaba en las palabras que responderían las preguntas del crucigrama, una tentación lo atrajo hacia el signo de cáncer que corresponde al que enmarca su fecha nacimiento, el 4 de julio.

Aunque se trataba de un diario muy viejo las predicciones para los nacidos bajo ese signo eran las siguientes: "No hagas lo primero que te llegue a la mente; medita bien antes de tomar una decisión y conserva la calma". 

Ese mensaje puso a Toñito en una actitud pensativa y volvió a leerlo, repitió su lectura y cuando lo hacía por cuarta ocasión, escuchó unos toques en la puerta de su casa y mientras gritó en voz alta: “Ya voy.!”, su mente estaba clavada en esa vieja predicción astrológica basada en su signo zodiacal. 

Intentó levantarse de su silla, luego de doblar el diario y colocarle su bolígrafo en la página del crucigrama, pero sus caderas estaban tan adoloridas, que para ponerse de pies, tuvo que apoyar su brazo izquierdo en el borde de la mesa, escuchándose el crujir de la madera del mueble como si hubiese quebrado por el peso de Toñito.  ¡No pudo!

Prefirió quedarse tranquilo pensando que la persona que había  tocado la puerta no seguiría insistiendo. 

Además muy pocas personas lo visitaban y mucho menos a esa hora de la mañana cuando se entretenía leyendo la prensa y llenando crucigramas, tiempo que siempre era aprovechado por Chencha para asearse, colar café y preparar el desayuno.  

Los toques en la puerta volvieron a escucharse. 

Chencha salió rápido del baño envuelta en una toalla y sin pensarlo mucho, abrió la puerta encontrándose con la sorprendente presencia de un fiscal y dos policías, preguntando de inmediato por Toñito y al mismo tiempo  mostrando una orden de arresto en su contra.  

Había sido nombrado como asistente contable y presupuestario, desde el mismo momento en que su amigo logró un cargo como ejecutivo principal de una fábrica que fue cerrada por quiebra. 

Toñito apareció como responsable de un fraude colosal que lo llevó a tener que enfrentar la justicia, sin nunca haberse enterado de “su nombramiento”. 

















   










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