LITERALMENTE LITERAL (I)
Tras muchas reflexiones acerca de la democracia, es sensato revalorizar el tipo de libertades que la ciudadanía ha venido practicando y hasta el límite que lo ejerce.
La democracia es como un buen juguete, muy costoso.
Mientras está en manos de usuarios cuidadosos, ni se deteriora, ni se rompe, ni se daña. Es perenne.
Si ese juguete cae en manos de quienes no lo cuidan con el rigor necesario para prolongar su permanencia, entonces, se corre el riesgo de perderlo.
Cambiar las reglas fundamentales de la democracia es inaceptable, pero esas reglas pueden ser moldeadas y administradas bajo un régimen organizado a base de un orden que sea respetado unánimemente.
Hay prácticas que están fundamentadas en el principio de la libre autodeterminación de los pueblos que se mantienen y se respetan, pero hay otras que estando sustentada en el mismo principio que se han caído y no se han vuelto a levantar.
Los grandes pecados de nuestra sociedad comienzan por la falta de una orientación ciudadana coherente y una estricta vigilancia para que esa finalidad se cumpla y no se eche al saco del olvido.
Escoger un candidato a legislador sin ser evaluado con rigurosidad y ni siquiera exigírsele un grado mínimo de formación académica para optar por un cargo de esa importancia es un crimen, que se inicia desde el mismo instante en que un postulante fabrica una hoja de vida a base de falsedades.
Las empresas más progresistas del mundo tienen absoluto control de sus actividades y están regidas por un código de conducta aplicable tanto a sus principales ejecutivos como a cada uno de los miembros de su personal a todos los niveles.
El Estado dominicano ni siquiera se asemeja a una empresa familiar. Incurre en permisividades previsibles, pero pasan desapercibidas por la falta de una conciencia plena por parte de la ciudadanía.
Un caso típico del ejercicio profesional sin control ha quedado demostrado en la diversidad de abogados, médicos, ingenieros y hasta auditores empíricos que “se la buscan con un puñal en la boca” como dice el vulgo, sin haber logrado un exequatur por medios legales.
Cuando la organización, los procedimientos establecidos y los sistemas garantizan eficazmente la ejecución de la labor planificada, no puede haber fallos, salvo contados casos de conspiraciones concebidas por enemigos del orden establecido con fines delincuenciales.
Siendo es Estado una gran comunidad social, es necesario manejarlo con un criterio empresarial en el mejor sentido de la palabra y para hacer cumplir la Constitución y las leyes adjetivas de un país hay que darle la oportunidad al pueblo de que ejerza todos sus derechos, pero también debe obligarse mediante métodos organizados y sin represión a cumplir cabalmente con sus deberes.
Ahí es como surge la gran pregunta. ¿Cómo lograr que esto ocurra? Cada derecho consignado en la constitución tiene un alto costo económico y para brindarle al pueblo esa gran oportunidad, es necesario trabajar arduamente para producir los recursos necesarios para su cobertura.
El primero de todos los derechos, y sin dudas, el mas importante de los que se consignan en la carta magna que es el que concierne a la adquisición de la ciudadanía.
Por eso, lo hemos escogido como modelo para analizar el costo de ofrecer la oportunidad de ejercerlo y los deberes que obligatoriamente tienen que cumplirse como compensación por el disfrute del mismo.
(No se pierda la parte II de este tema)
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